Sam es una persona trans agénero. Junto con su hermana, fueron atacadxs brutalmente por dos hombres. Te contamos lo que sucedió y hablamos con Sam con la esperanza de que estas cosas no sucedan más
La vida en sociedad, lejos de ser armónica, es frustrante. La vida en sociedad, a veces, es más frustrante. Y duele.
Los ataques de odio y acoso callejero existen y proliferaron en los últimos tiempos. Es hora de abrir los ojos, de actuar con solidaridad y empatía ante estos hechos, es tiempo de pensar qué valores les inculcamos a las nuevas generaciones para, por lo menos, soñar con un futuro donde reine la tolerancia.
Sam es, ante todo, una persona, y a partir de allí, unx chique trans autopercibidx agénero (sin género). Hace unos días, Sam fue víctima de uno de estos ataques. Con su rostro aún desfigurado nos cuenta lo sucedido: “Me llamo Sam y mis pronombres son neutros, aunque en mi DNI figure ‘Santiago’ Coriale. Tengo 21 años y soy de Quilmes Oeste. El jueves 24 de diciembre, dos matones, dos varones cis, golpearon a mi hermana y me persiguieron y azotaron a mí, dejándome la cara llena de golpes, contusiones, chichones, ojos hinchados, me rompieron mi remera y mochila, me patearon, pisaron la cabeza.” Todo por responder al acoso callejero.
Sam y su hermana venían de regreso a su casa, se habían bajado del colectivo 257 en Calchaquí y Amoedo y antes pasaron a comprar por un mercado chino. En la caminata recibieron varios acosos, entre ellos de parte de unos varones que pasaron en moto. “Desde hace ya un tiempo me decidí a responder al acoso callejero, porque frente a toda agresión, sea física o psicológica, debe haber una respuesta, sino te pasan por encima. Mi hermana también respondía conmigo, gritándoles a los que nos acosaban”, cuenta.
Después de haber comprado en el mercado, yendo por Triunvirato se detuvieron en el semáforo de Calchaquí, donde vieron una camioneta negra con dos hombres que comenzaron a tocarles bocina y gritarles cosas. Sam les respondió con una piedra que cayó sobre la puerta trasera, mientras le gritó a su hermana que corriera, quizás vaticinando lo que vendría. Los hombres la alcanzaron y la golpearon y luego comenzaron a correr a Sam, en un acto de auténtica cacería. Sam pudo huir dos cuadras, en las cuales pidió ayuda a quien se le cruzara sin tener suerte. Llegó hasta la farmacia “Soy Maga”, golpeó los vidrios, y la persona encargada de seguridad le respondió “llamá al nueve once”. Unos pasos más adelante, uno de los hombres le alcanzó y el otro llegaba con la camioneta.
“Cuando me quise dar cuenta, ya me habían tirado al piso y estaba recibiendo piñas, patadas y pisadas, más que nada en la cabeza. Siempre en posición fetal e intentando cubrir con los brazos mi cabeza y costillas a la vez, grité y grité pidiendo ayuda; se acercaron por fortuna personas solidarias a mi socorro, unas cinco personas llegaron a juntarse aproximadamente”
El conductor, antes de irse con su acompañante, dijo que les habían querido robar. Estas personas se dieron cuenta de que el matón mentía. Los acosadores se fueron y las personas que ayudaron a Sam y su hermana llamaron a la ambulancia y a la policía, mientras le ponían hielo. Los médicos le revisaron y llevaron al Hospital de Quilmes: no tenía nada roto aparentemente pero debían hacerle chequeos. “En el Hospital me hicieron tomografías, que dieron resultados positivos: los atacantes no me rompieron nada, mucho menos mi espíritu de lucha y mi orgullo”, cuenta Sam y agrega “soy ayudante de albañilería, me gano el pan con ese oficio, con mi sudor, sangre, cayos y espalda gastada, por un salario que no alcanza para nada, como a la mayoría de les trabajadores les pasa. No saldría a robar, mucho menos con una piedra como arma y a plena luz del día… Y a varones cis que están en una camioneta, y yo estando a pie”.
La Linterna: A una semana de lo ocurrido, ¿qué secuelas te quedaron? ¿Cómo está tu hermana?
Sam: Me quedó una especie de “resaca”, “fatiga” en la cabeza y la vista, resultado de la golpiza, además de los chichones y moretones en la cabeza y ojos. Sigo teniendo el ojo izquierdo muy rojo por los derrames internos. Pude ir al Centro de Ojos Santa Lucía (CABA) donde me dijeron que con el correr de los días esto se irá yendo. Y mi hermana ha manifestado dolor de tobillo y boca, pero no más que eso. Lo malo es que estos dolores se le sumaron a los que ya de por sí tiene por enfermedades y problemas varios. Pero está mejor.
LL: A la luz de los hechos, ¿pensás que es contraproducente responder a los acosos?
S: Sí y no. En lo inmediato, te puede pasar como a mí, que me persiguieron y golpearon. Pero también sé que el responder, el no callarse la boca, va marcando un precedente que le dice a los acosadores que, al menos, sus intentos de humillación no serán gratis, cosa que reivindico: ninguna agresión tiene que caer a nuestros cuerpos sin respuesta, que sepan que no son dueños de nuestros cuerpos.
LL: ¿Te pasó con anterioridad algo similar?
S: Es la primera vez que me dan una paliza por responder al acoso callejero. Pero las mujeres y disidencias, quienes tenemos que soportar estás aberraciones, abusos, humillaciones, no nos vamos a callar más. Hace rato no lo venimos haciendo y no cederemos, es un brazo que no estamos dispuestos a torcer, porque de ello depende nuestra libertad.
LL: ¿Qué reflexión tenés de lo acontecido?
S: Ante un mundo no solo capitalista y especista, sino también patriarcal, donde las mujeres y disidencias somos doblemente oprimidas, es menester organizarnos contra los sujetos que buscan vivir y reducir nuestros cuerpos. Lamentablemente no son muchas las armas que tenemos. En lo inmediato, solo nos queda nuestra solidaridad, nuestro apoyo mutuo: entre les de abajo, entre les desposeídes, cosa que es necesario reforzar para nuestra supervivencia inmediata y para intentar nuestra liberación a largo plazo. Sabemos que nuestra liberación de este cis-tema horrible no será fácil, pero antes que ser esclaves felices, prefiero ser une luchadore consciente. ¡Arriba les que luchan por un mundo libre de autoridad!