El 18 de mayo de 1980, Ian Curtis dejaba este plano para volverse eterno. Desde La Linterna lo recordamos con admiración y con este humilde escrito que no pretende ser otra cosa que un pequeño homenaje a un niño-hombre que nos seguirá marcando.
La permanencia. En el sentido de vigencia e influencia que la obra de un artista llega a tener luego de su muerte puede ser resumida en esta palabra. Ahora bien, teniéndola en cuenta como la duración inacabable e indefinida de la vida misma de ese artista, nos puede regalar un himno oscuro como “24 Hours” (Joy Division, Closer, Julio de 1980). Las interminables horas del día en la vida de una persona que arde por dentro. Poco tiempo después de grabar este álbum, el 18 de mayo de 1980, Ian Curtis, voz, letrista y líder de la banda, decidió poner fin a su vida. El contraste de su penetrante y abatida mirada tomaba sugestión en una fascinación secreta, para un hombre-niño con efecto shocking desde su voz de ultratumba y sus performances epilépticas.
En mayo de 1979, Joy Division editaban Unknown Pleasures, hijo de la época en cuanto a la transgresión post-punk, aunque llevaba a su vez una impronta misteriosa que lo hizo diferenciarse de las demás bandas del movimiento. En Closer, el segundo y último disco de estudio del grupo, Curtis mostró su gama de sensaciones dolorosas a través de la sensibilidad de sus sombrías letras. Y en “24 Hours” invitó, desgarrado, a un viaje por su mundo interior: “Vayamos a dar una vuelta, a ver que encontramos/ Una colección sin valor de esperanzas y deseos del pasado”. Para, finalmente, confesar que: “Ahora que he comprendido que todo ha salido mal/ tengo que encontrar una terapia, este tratamiento es muy largo. / Profundo en el corazón donde la compasión predomina/ Debo encontrar mi destino, antes que sea demasiado tarde”.

Sabido es que estaba pasando por un triángulo amoroso con su esposa y madre de su hija, Deborah Curtis (con quien se casó a los 19 años) y con la periodista belga Annick Honoré. También que estaba en un proceso de divorcio que lo atormentaba terriblemente y que, debido a sus ataques de epilepsia, debía tomar medicaciones muy fuertes. Que esa noche, luego de discutir con Deborah se quedó solo, miró la película Stroscek de Werner Herzog y puso a sonar en el tocadiscos el tema The Idiot de Iggy Pop una y otra vez hasta que lo encontraron muerto al mediodía siguiente. Estas son cuestiones familiarizadas por casi todos.
En palabras de Bernard Sumner, compañero en Joy Division y líder de New Order (banda que surgió de las cenizas del suicidio y le dio una vuelta de rosca a la música electro-pop de su presente) el detonante “fue la ruptura de su relación, acentuada por la cantidad de barbitúricos que estaba tomando para apaciguar su epilepsia. Los barbitúricos lo hacían reír en un minuto, llorar en el próximo. Además tenía un colapso físico, lo que le causó un colapso emocional. Ahora acepto estas cosas: si tiene que suceder, inevitablemente va a suceder. También no creo realmente que todo termine allí. Éramos, todos, demasiado jóvenes como para comprender la gravedad de la situación y sólo nos interesaba escribir buenas canciones y mostrarlas”.

Demasiados jóvenes, dijo Sumner. Con todo, pareciera como si Ian Curtis hubiese visto y vivido demasiado… Es significativo que haya escrito “He perdido el deseo de querer más/No tengo más miedo/ Pero recuerdo cuando éramos jóvenes” a la edad de 18 años. Expresó sus dudas y temores acerca de la vida, en claustrofóbicas grabaciones y presentaciones en atmósferas de un caótico futuro. Nos regaló lúgubres viajes poblados de lenguaje a veces directo, otras con un vuelo poético, siempre buscando su destino a través de tierras desoladas y desconocidas. Con sus canciones desnudó las verdades del hombre en sintonía punk y barroca de manera emotiva y haciéndonos sentir identificados con lo más crudo del amor.
A dos días de su gira por Norteamérica, meca para las bandas inglesas del incipiente comienzo de la década de 1980, él pateó el tablero porque no sentía la música como un juego ni como un negocio. Algo muchísimo más fuerte ardía en su interior. Tampoco sus compañeros de banda lo veían en el sentido monetario, sino en tanto belleza artística que podía emanar de sus canciones. Será por eso que la beldad en la atmósfera de las composiciones de Joy Division permanecerá eternamente.
Al fin y al cabo, ¿Ian Curtis dejó de existir? ¿O el fin de su viaje terrenal fue el comienzo de otro más trascendental que nos llega hasta hoy día?
🔥🔥🔥🔥🔥 Que buena nota! Ian siempre en nuestros corazones