<span style='font-size:28px;'>Reseña - Series</span><br> Sandman Temporada 2

Reseña - Series
Sandman Temporada 2

Lo que nos deja la primera parte de la Temporada 2 de la esperada serie: personajes mejor desarrollados y escenarios increíbles aunque en una narración lenta y, tal vez, demasiado pretenciosa. Sin embargo, las siempre fascinantes reflexiones existenciales convierten a esta obra en una sinfonía gótica que encanta tanto a lectores del cómic como al nuevo público.

Por Caro Figueredo


¡Oh! ¡Sandman! ¡Cuántos debates nos ofrece! De hecho, la crítica especializada oscila entre la pleitesía y la denostación. La adaptación de la novela gráfica de Neil Gaiman para DC -que consistió de 75 números, publicados en Estados Unidos desde enero de 1989 hasta marzo de 1996-, se mueve entre los géneros de terror, fantástico, mitología clásica y contemporánea. Y, en este sentido, toma estrictamente las formas del cómic. Pero, obviamente, no se trata de 75 capítulos sino de una reformulación en dos temporadas de 10 capítulos (T1) y doce (T2) dividida, a su vez, en dos volúmenes, y de la cual ya accedimos al primero.

Tomando el material original, la serie no sorprende, tan rica en complejidades y entrelazamientos de reflexiones existenciales. Ese material que se considera de culto para toda una generación generaba muchas dudas antes de ser lanzada. ¿Se podría trasladar esa energía gótica, los personajes sombríos y los misterios del mundo a una obra audiovisual de Netflix? Las disyuntivas pronto fueron despejadas y, si bien hubo algo de rechazo por parte de fans acérrimos, la mayoría de los televidentes consensuó en que se trataba de una adaptación que sorteaba las imposibilidades de ser filmada y terminaba con los pulgares para arriba.

En la T1, la serie se centra narrativamente en la enmendación de equivocaciones que Morfeo (aka Dream, The Shaper, o Rey de los Sueños) persigue por haber afectado a personas, deidades o lugares a lo largo de su prolongada existencia. Tuvimos la oportunidad de disfrutar de ella en 2022 y, debido a las buenas críticas que tuvo, se esperaba su continuación inminente. Sin embargo, y a raíz de las acusaciones de violencia sexual y emocional que recibiera Neil Gaiman -también a cargo de la adaptación para la plataforma-, la segunda entrega pudo haberse cancelado definitivamente. 

Así y todo, en el primer capítulo los Eternos tienen una reunión familiar: Lord Morfeo (interpretado por Tom Sturridge) se encuentra con sus hermanos Destino, Muerte, Deseo, Desesperación y Delirio (antes Delicia, a cargo de la encantadora Esmé Creed-Miles), cada cual con sus intereses contrapuestos a los del resto. A partir de la charla que mantienen se sabe que Destrucción (el hermano ausente) había decidido abandonar su reino y a la familia y retirarse sin dejar rastros. También, que Morfeo había condenado a su viejo amor Nada, reina humana de su pueblo, a la oscuridad del universo de Lucifer por haberlo rechazado. 

Luego de esa reunión, Morfeo emprende dos viajes: uno en busca de Nada y otro de su hermano. Cuando entra al mundo de Lucifer (la estupenda Gwendolyne Christie), se encuentra con una mujer desmotivada y extremadamente humana que también decide clausurar su reino cerrando las puertas del Infierno. Pero tiene un as en la manga: la llave de esas puertas se las da al Rey de los Sueños para que se haga cargo del designio del lugar. De este modo, es el responsable de una búsqueda que no solo tiene que ver con la persona o pueblo indicado, sino también de una exploración interior que lo enfrenta con sus más terribles demonios.

De personalidad desamorada, incluso cruel por momentos, Morfeo se encuentra con la posibilidad de replantearse sus errores. Esa misma personalidad es la que lo lleva a actuar de manera egocéntrica y desatando todo su poder ante quien lo enfrente. En este sentido, las responsabilidades, las tomas de decisión y sus secuelas son la temática primordial en el relato cargado de simbolismo. Las melancólicas e introspectivas escenas ocurren principalmente entre El reino de la Ensoñación y el mundo de la vigilia, y también hay entreveros en dominios alternos como los reinos de los otros Eternos, el Infierno o el mismísimo Inframundo.

Por otra parte, la historia principal se desarrolla en el presente, aunque hay otras que lo hacen en el pasado medieval o incluso siglos antes de Cristo. Es en esos raccontos donde la serie se torna larga y lenta, incluso parecen como historias separadas del resto. Si bien el desarrollo de personajes interesantes así lo requiere, podríamos puntualizar una flaqueza aquí. Y no es que los efectos especiales no sean grandilocuentes y creíbles (salvo algunas animaciones de animales míticos): el tratamiento de la imagen es impecable. 

La dinámica, el surrealismo y el caos que plantea el cómic es difícil de ser traducido en una historia lineal; por tanto, se logra una adaptación infinitamente ambiciosa y quizás allí resida su debilidad. Además, carece de suspenso la mayor parte del tiempo: las historias son principalmente autoconclusivas, fragmentadas. Sandman se toma a sí misma demasiado en serio y los momentos de ironía son en cuentagotas. Por fortuna, una vez que se entra en el mundo onírico que plantea, resulta bastante entretenida. Además, las actuaciones, la poderosa identidad visual y la música a cargo de David Buckley mantienen la cadencia adecuada para acompañar la oscura y fastuosa historia.

Tom Sturridge, una especie de Peter Murphy en sus comienzos con la agrupación Bauhaus, asume el personaje principal de forma polifacética sin perder el rictus de solemnidad y elegancia necesario para el intrigante lord. Papel infinitamente difícil de interpretar, sale airoso por demás. Las icónicas y profundas frases suenan convincentes a través de su acento sombrío y críptico. Esmé Creed-Miles, en contrapunto, realiza un trabajo entrañable y ya la quisiéramos ver en otros proyectos de fantasía como Alicia en el País de las Maravillas. En sí, el reparto está comprometido con la esencia poética de la serie.

En definitiva, se trata de un proyecto diferente a lo que acostumbramos a ver en televisión, ambiciosa y frágil por momentos, pero hipnotizante y satisfactoria para estos tiempos a pesar de su dinámica pausada. Hay un sufrimiento profundo, un acto de entrega y, simultáneamente, una esperanza de sublimación. La serie no se limita a narrar una fantasía surrealista: busca transmitir el peso de cada elección y la vulnerabilidad de aquello que se cree inmortal. ¿Se puede disfrutar sin haber leído The Sandman? Claro que sí. Queda demostrado que la novela gráfica, más allá de su peso histórico y de culto, puede transformarse en un lenguaje transmedia sin caer al vacío del Hades. 


Comentarios

Aún no hay comentarios. ¿Por qué no comienzas el debate?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *