El Music Wins Festival es un evento que siempre se festeja. Por su propuesta curatorial -mezcla de artistas internacionales consagradas y proyectos locales nuevos-, la productora Indie Folks acentúa la premisa de llevar al escenario la sensibilidad de la música independiente. Esta edición, en particular, se destacó por haber sido la más ambiciosa hasta el momento, con más de veinte artistas y cuatro escenarios.
Por Caro Figueredo
El lugar elegido para el reencuentro entre el festival y el público fue Mandarine Park, ubicado en Costanera Norte, C.a.b.a. En un principio, lo que podía parecer un espacio alejado se presentó bastante accesible y ambientada de manera amena. El aire libre, la cercanía al río y la vegetación matchearon perfecto con los escenarios, las carpas y el corazón del predio (el Time Out Garden), un espacio gastronómico especialmente curado para el festival. La tarde y noche se manifestaron del lado de la celebración: no se podía pedir mejor clima. Todo complotó para que la jornada explotara de arte musical y festejo entre amigxs de inicio a fin.



El predio comenzó a llenarse desde temprano ya que las primeras bandas iniciaron sus presentaciones pasadas las 15 horas. Grupos a los que hay que prestarle mucha atención y que recomendamos fervientemente, como Máze y Terrores Nocturnos, tuvieron la responsabilidad de abrir el Festival. Con el hielo ya roto, la ansiedad dio paso a la alegría de vivir un gran suceso.

Como decíamos, esta edición fue ambiciosa, pero también tuvo una gran respuesta en convocatoria. Dividido en cuatro escenarios -Music, Wins, Folks e Indie- y con un line-up que era un suspiro para cualquier amante de la música, a lo largo de toda la tarde y hasta el final desfilaron grandes artistas mechados con otros más noveles que el Festival invita a descubrir. En el escenario Indie (el más pequeño) se presentaron, en orden de aparición, Socorro, Ok Pirámides, Juana Aguirre, Evlay y las DJs Chita B2B Mabel.






Máze, Ale Cares y Los Magos, Isla Mujeres, Fonso y las Paritarias, la querida Nina Suárez y los magníficos Sakatumba, transcurrieron por el escenario Folks. Junto al Indie, encarnaron los espacios destinados a la música nacional.





Yo La tengo, el trío oriundo de Nueva Jersey, se armó de electricidad como contrapartida del acústico que había realizado el día anterior en el C. Art Media. “Yo La Tengo eligió el silencio antes del ruido, como si revelara un pacto íntimo con el público”, escribió el periodista Juan Martin Nacinovich al respecto de ese sideshow en la recomendable página colega elbondi.com. A su vez, este domingo se decidieron por hacer de esas canciones versiones garageras.



Mientras tanto, los stages más grandes recibían a los internacionales. En el Wins, The Whitest Boy Alive y L’Impératrice hicieron bailar al son de la tarde. El primero, dúo integrado por Erlend Øye y Marcin Öz, regaló un set tan preciso como cálido, donde la sutileza de sus melodías y el pulso funk minimalista encontraron eco en los asistentes. Por su parte, la francesa desplegó sensualidad por doquier en sus bailes entre canciones disco y pop francés, con un groove inolvidable.


En medio, Camionero demostró su espíritu garagero y psicodélico, sostenido por una formación de tan sólo dos integrantes.


En el Music, Terrores Nocturnos y Winona Riders fueron los representantes locales que demostraron capacidad para bancarse una multitud y consolidación escénica respectivamente. Entre tanto, el público iba y venía por todo el predio, disfrutaba de la tarde con una bebida en la mano, se encontraba con amigxs y descubría nuevos sonidos.



Un aspecto a destacar, sin lugar a dudas, es que Mandarine Park queda muy cerca del Aeroparque, por lo que el despegue de los aviones resultó un elemento extra que muchas veces coincidió con momentos cúlmine de las actuaciones.

Los platos fuertes se iban consolidando con el atardecer, al tiempo que más y más espectadores iban entrando al predio. Tash Sultana, a las 20, Primal Scream a las 21 y Massive Attack a las 22:15 se turnaron entre los dos escenarios principales. Tash Sultana exhibió gran virtuosismo para la interpretación en guitarra, trompeta y teclados para un género difícil de encasillar, aunque podría resumirse en rock psicodélico. Sultana tiene una trayectoria muy peculiar: creció en Melbourne, toca la guitarra desde los tres años, y la vida le llevó a comenzar tocando en la calle. Con actividad musical en Bandcamp desde 2013, cobró popularidad en 2016 cuando sus grabaciones se vieron millones de veces en YouTube.


Primal Scream, proyecto del escocés Bobby Gillespie, no necesita introducción. Con varias visitas a nuestro país en su haber, ha consolidado un público leal que lo espera ansioso en cada presentación. Clásicos como “Loaded”, “Movin’ On Up” y “Rocks” sonaron afiladas, aunque tal vez menos arrolladoras que en 2016 cuando el Music Wins se realizó en Tecnópolis. De todas maneras, amamos a Bobby y lo encontramos en muy buena forma.



La experiencia de ver en vivo a Massive Attack es realmente eso: toda una experiencia. Musicalmente impecables, políticamente explícitos y con una sensibilidad difícil de igualar. El primer dato: sincronizaron los momentos de inicio de cada canción con la salida de los vuelos desde el Aeroparque, con un técnico ubicado con vista directa a la pista que iba avisando en tiempo real a la banda. Así se completó el sentido sonoro.


El segundo dato: nos brindaron una sorpresa que nunca terminaremos de agradecer al traer como invitada a la maravillosa Elizabeth Fraser, vocalista de las bandas de culto Cocteau Twins y This Mortal Coil, y cantante de “Teardrop”, uno de los temas más conocidos de la agrupación que encabezó la movida del Trip-Hop con base en Bristol. Elizabeth, además de este tema, interpretó una versión massiveattackera de “Song to the Siren”, canción de Tim Buckley que a su vez fue reversionada y muy conocida por This Mortal Coil.

“Safe from harm” y “Unfinished Sympathy”, en un set decididamente intenso, brillaron con luz propia. Visualmente hipnóticos y profundamente emocionales, lidiaron con problemas de sonido al comienzo que luego se fueron solucionando. Quizás un poco más de volumen no hubiera estado de más, pero lo que vivimos los presentes no se borrará con facilidad.

Y de este modo, se cerró un nuevo encuentro que tuvo de todo: postales de una bella tarde, de un magnífico atardecer y de una noche atravesadas por los ruidos de aviones despegando; sonidos reconocibles y otros para llevarse como tarea a investigar; nuevas propuestas y otras ya afianzadas; un cálido espacio destinado a la gastronomía; muchas filas para los baños y para comer; amistad y amores varios; banderas de Palestina por doquier y puteadas a Milei. Porque sí, el rock independiente también puede ser comprometido. ¡Y brindamos por eso!








				