Desde el corazón siempre bullicioso de Rosario, llega Nuevo Movimiento, un torrente de siete canciones urgentes que confluyen en un manifiesto sonoro de inquietud y desasosiego. Tensión recorre las vetas más primigenias del post punk, para erigir una declaración musical que, más que un álbum, late como una revuelta clandestina en cada acorde
Por Caro Figueredo
Desde los primeros acordes de Nuevo Movimiento (Tensión, 2025), uno se ve arrastrado a un torbellino atemporal donde el ruido es paisaje y la rabia, pulso vital. Su mirada está vuelta hacia la deriva global: la alienación digital, las revueltas latentes, la posibilidad de un renacer colectivo. Apuesta, eso sí, por la anulación de todo exotismo local: su campo de batalla es el mundo sin fronteras, su lema la acción incesante. Las letras fluyen como carteles en una pared derruida: fragmentos de crítica social, imágenes de paranoia urbana, declamación a la resistencia íntima y colectiva. Y todo esto sin dejar de invocar al baile entre los escombros de un presente que se desmorona.
El viaje comienza con la capa áspera de guitarras que se solapan como sirenas lejanas, mientras la batería cavila un pulso nervioso: es el latido acelerado de una contemporaneidad desbordada. En “Nuevas formas de belleza”, las cuerdas se encienden en destellos cortantes, y la voz de emerge como un grito rasgado. Un dejo de melancolía en el coro ubica a la búsqueda de belleza como resultado de un desafío radical a las convenciones estéticas, a la vez que una manera potente de resistencia. La desesperanza se convierte en un impulso para “danzar”, propuesta que se mantendrá a lo largo de todo el trabajo.
Es, justamente, en “Crueles cartografías”, donde los versos se enredan como en espirales con una musicalidad bien bailable. La dupla batería-bajo, profunda y palpitante, ordena cada estrato sonoro como columna vertebral y nos sumerge en un paisaje de conflicto y despojo, en el que la violencia impone fronteras y reconfigura la realidad. Un atisbo de esperanza en el renacimiento del olivar, símbolo de resistencia profunda, confluye con un final donde los instrumentos se alían para reafirmar su propuesta ochentosa: un arreglo que bien podría ser la culminación de una canción de The Smiths o Echo & the Bunnymen.
“El reflejo” es una pieza de cadencia entrecortada, casi balada punk, donde la metáfora del arte-proyectil perfora la comodidad del oyente: un disparo limpio y preciso para perforar el adormecimiento colectivo. Y esto es porque hace referencia a la abrumadora saturación de imágenes y la consiguiente dilución de la identidad en la era digital. La replicación infinita de figuras “intocables” lleva a un clamor por la singularidad y la autenticidad en un mundo de apariencias.
Esa temática se estira, paradójicamente, a “Conexión”, el cuarto track. Sin embargo, presenta un vértigo vinculado más a las primeras dos canciones, mediante acordes disonantes de las guitarras, y una batería desbocada en redobles que recuerdan tambores de combate. Mientras, la voz nos propone seguir explorando las subjetividades algorítmicas: la búsqueda de información nos desconecta del cuerpo y lo sensorial. Queda planteada la hipótesis de que la carne, también información, se codifica hasta perder su esencia. La guitarra arde como un cuchillo sobre el hielo, y se distorsiona hacia el final junto a la voz: una reafirmación de que todo puede ser mixeado por la tecnología.

Tensión – Ph: Lucas Lorenzo
La siguiente canción, “Otra ciudad”, se desliza por pasajes de post-punk que bien podría ser de un nuevo estilo, el “soviético”. No ruso, ni bielorruso, pues no se trata de revival sino de continuidad. La fidelidad a la crudeza, ruido y economía de elementos es, en Tensión, necesidad expresiva. En este tema la arquitectura de una urbe moderna pinta un retrato desolador: cables, acero, hormigón y edificios idénticos provocan desorientación. Es un espacio opresivo el de la atmósfera sonora, en el que las reminiscencias rockanroleras (similares a los Redondos de su primera y oscura etapa), culmina en un conflicto sin resolución aparente.
Luego llega “Matanzas”, un himno de inconformidad irónica donde los collage sonoros se superponen reflexionando sobre el absurdo y la violencia cíclica que atrapa a la juventud. “Jóvenes mueren y matan sin calmar/ la sed de muerte”, inmolados por “promesas insustanciales”. Cargando con la indiferencia de un supuesto Dios, un ciclo de autodestrucción se combina con una clara referencia sonora a Los Violadores. Visualmente, la portada del disco refuerza esta misma ética: opaca, sobria y con imágenes superpuestas. Nada de brillos ni artificios. Es gráfica militante, hecha a mano, sin distancias entre arte y acción. La autogestión no es solo un método de producción en Tensión: es una poética.
Entonces encontramos el cierre del álbum con “Festival”, en el cual una ironía melancólica retoma el riff primitivo del comienzo para transformarlo en una declaración: disonancias, coros furiosos y una estridencia final que se desvanece como un eco imposible de apagar. La novedad está condenada a ser habitual y la paz es producto de la amnesia. Sin embargo, en medio de esta desilusión, la banda encuentra una forma de resistencia: “Abrazar el caos sin nostalgia”, cantan y aceptan, finalmente, la realidad fragmentada, encontrando en ella una forma cruda de alegría y expresión.
Nuevo Movimiento exhibe una rudeza intencional: la batería golpea el aire con impulsos febriles; el bajo inyecta sangre al esqueleto rítmico; las guitarras se retuercen en estridencias y cortes melódicos, mientras la voz, a medio camino entre la consigna y el lamento, proclama verdades incómodas con un tono que no cae jamás en la indiferencia. La mezcla —realizada en Mansión Mutante— respeta ese aire de asalto inmediato: no hay sobras ni artificios, todo sucede en tiempo real, con la urgencia de un atraco a mano armada. A lo largo de sólo 16 minutos y 19 segundos, Maxi, Leandro, Nacho, Nicolás y Rodrigo hacen de estos siete disparos sonoros el latir de una ciudad en permanente ebullición y el rugido de una comunidad harta de silencios complacientes. Aquí no hay tregua: sólo la certeza de que, en el caos, nace siempre una nueva posibilidad. En conjunto, este no es sólo un disco post punk: es un panfleto crítico hecho música, un manifiesto que convoca al oyente a habitar el quiebre entre el asombro y la alarma. Es el canto de una juventud que no acepta mutismos y que, con voz rota y corazón en llamas, construye su propio refugio insurgente.
[Disponible en Bandcamp, próximamente en todas las plataformas digitales]
https://tensiontension.bandcamp.com
https://www.instagram.com/tensionypunk