El viernes, en el Club Cultural Bula, la noche se abrió como un manifiesto: resistir fue la consigna, entre la nostalgia que rozaba las gargantas, las proclamas encendidas y un baile que servía de alivio ante la cotidianeidad. Allí, Juvenilia y Tensión ofrecieron el ritual esperado, y nada quedó en deuda.
Por Caro Figueredo
Ph: Ainara Romero
El viernes a la noche, inmersa en una afanosa humedad que destilaba entre días de tormentas, muchas y variadas propuestas se presentaban en la Ciudad de Buenos Aires. A la hora en que el pulso de la urbe parecía migrar hacia lo subterráneo, una fecha en particular reunía de lo mejor de la música oscura. Organizada por Inerme Discos, el sello autogestivo que se caracteriza por su exquisita curaduría, la fecha encontraría sobre tablas a dos bandas insignias del post-punk.
En el Club Cultural Bula, donde las intersecciones del barrio del Abasto se topan con Almagro, el encuentro del público anticipaba una noche cargada de emoción. El espacio, una usina de contracultura porteña, era la escena ideal para la presentación de Juvenilia y el esperado nuevo desembarco de Tensión, la banda rosarina que acaba de lanzar Nuevo Movimiento, disco que hemos analizado en detalle en nuestras páginas.
La previa tuvo lugar en la planta baja de Bula, donde los asistentes que iban llegando se perdían en abrazos afectuosos y conversaciones. De fondo sonaban clásicos ochentosos y las primeras bebidas amenizaban la espera. Aquella noche se sentía menos como un preámbulo que como un pacto: un reencuentro de almas afines que entendían por qué estas veladas importan.
Ya en las penumbras del subsuelo, la apertura estuvo a cargo de Juvenilia, con un repertorio atravesado por el post punk y el synth wave. La banda -que está presentando nueva formación- abrió la noche con una brillantez solemne, con composiciones que guiaban a un viaje entre el amor y la pérdida. La lista de canciones repasaba, fundamentalmente, temas del recordado y larga duración Obras de juventud (2018), a la vez que alternaban con anticipos del nuevo disco en el que se encuentran trabajando.

El sólido cuarteto exhibía su pop oscuro y romántico entre bases sólidas y tejidos de guitarras angulosas que construían una sonoridad etérea, como relatos olvidados bajo la luna del otoño que se alejaba. La tecladista se desenvolvía como espíritu mientras desplegaba su capacidad vocal entre flores que remitían a la tapa del clásico de 1983 Power, Corruption & Lies de New Order. Es que su sonido hace referencia tanto a la atmósfera densa y bailable de los 80s como a agrupaciones actuales que redefinen el género, con una producción moderna y una lírica propia que los vuelve contemporáneos y una cadencia que encuentra, como ellos dicen, “belleza en la oscuridad”.

El intervalo se apoderaba del instante con “hits” under como “Obstacle 1” de Interpol. En la mesa de merchandising, muchos se hacían de versiones físicas de las grabaciones o de remeras que llevan gráficos con la cuidada estética de cada grupo. Ignacio, de Tensión, comentaba que esta segunda vuelta a Buenos Aires en lo que va de 2025 lo tenía muy entusiasmado, además de que se encontraba con colegas, amigos y familiares a quienes no veía hace tiempo. A su vez, recalcaba con calidez lo importante que es sostener la comunidad y la escena, teniendo en cuenta que viajarían para presentarse el sábado en la ciudad de Mar del Plata en un fechón junto a Ileso (quienes justamente el pasado viernes estrenaron un excelente LP), Diasol y Fluido Manchester.

Ya en sus puestos, los Tensión comenzaban el ataque con “Erosión”. Guitarras ásperas y bajo punzante marcaron un pulso inmediato: la rabia hecha carne en un set frágil y feroz al mismo tiempo. Le siguieron “Estado de aislamiento” y la profunda “Sí mismo”, piezas que alternaban entre la introspección existencial y la furia social, siempre sostenidas por una batería frenética que parecía latir en sincronía con el cuerpo colectivo de la sala.

A la vez que algunos rezagados aún llegaban al sótano, se sumaban de inmediato al disfrute comunitario. Una versión rabiosa y combustible de “Fuego contra fuego” daba paso a “Sin demandas”, donde la voz se erigió en proclama, a medio camino entre el grito y el llamado. “Nuevas formas de belleza”, uno de los puntos álgidos del nuevo álbum, irrumpía con su melancolía áspera, dejando flotando la idea de que resistir también puede ser una forma de bailar en medio de la desazón moderna.
Tras un breve intervalo, la banda retomaba con “Crueles cartografías”, canción que desplegaría capas rítmicas bailables y sombrías, con un bajo que se volvía columna vertebral de la noche. Una piedra arrojada a los espejos de la actualidad geopolítica. Las breves “El reflejo” y “Conexión” funcionaban en tándem que intensificaron la crítica a la alienación digital: guitarras distorsionadas como cuchillos sobre hielo, voces que atravesaban la saturación de imágenes para reclamar autenticidad.

“Otra ciudad” levantaba un muro de acero y concreto sonoro, evocando urbes desoladas; “Matanzas” recuperaba la tradición punk argenta con su ironía feroz sobre la violencia cíclica; “Festival” condensaba en ironía melancólica el caos de la vida contemporánea, e “Instante detenido” ofrecía un respiro cargado de tensión contenida.
El segundo intervalo para afinar de nuevo servía apenas de antesala para el bloque definitivo: se trataría de un manifiesto en sí mismo, mirando incluso a sus primeras composiciones. “Hacia el oeste”, con su aclamado verso “Los besos nunca dados (…) con los puños apretados” serviría de excusa para descargar un baile urgente, contenido quizás hasta entonces. Luego, “Un llamado a tu bondad”, “Malas noticias” y “Todo marcha” delineaban un arco narrativo entre el desplazamiento, la esperanza frágil y la rabia hecha sonido. El cierre con “Total” sería demoledor: un estallido colectivo donde la crudeza del post punk se convertía en celebración de la resistencia y la búsqueda de liberación.

Tensión confirmaba así que su propuesta no es mero revival post-punk: es un grito contemporáneo que recoge la tradición del género para transformarla en un panfleto necesario. En poco más de una hora, la banda condensaba alienación, furia y baile en un mismo gesto, demostrando que su música no solo interpela los oídos, sino que convoca a imaginar otra manera de habitar el presente: una atmósfera palpable capaz de encender una pista de baile post apocalíptica que llenaba el C. C. Bula de fantasmas y sueños, donde cada gesto y cada nota dejaban un destello de inmortalidad.




